INTELIGENCIA EMOCIONAL: educación emocional
INTELIGENCIA EMOCIONAL: educación emocional
Cuando en otra “píldora”
tratamos de comprender el concepto de inteligencia emocional decíamos
que la cosa iba de emociones y, a continuación ⁰⁹nos preguntábamos que entendemos por emoción. También decíamos que todos
sabemos por propia experiencia que son las emociones, pero, se nos hace difícil
definirlas, diferenciarlas, hablar de ellas. No tenemos, en general,
vocabulario suficiente para hablar sobre nuestro mundo emocional. No suele ser
fácil explicar una emoción porque esto implica realizar una transpolación de
algo emocional al sistema racional, poner palabras a algo eminentemente no
verbal. Tampoco somos, en general, conscientes del impacto que tienen en
nuestra vida, como nos afectan, como regularlas y gestionarlas de modo que
trabajen a nuestro favor y no en contra nuestra. ¿Por qué? Porque no prestamos
atención a nuestras emociones.
El conocimiento de las emociones es fundamental. Es curioso que a pesar de todo ello, en la
formación que hemos recibido a lo largo de nuestra vida, ninguna se ocupó de
nuestra alfabetización emocional. La educación formal está enfocada a potenciar
y desarrollar los procesos intelectuales y cognitivos ignorando las emociones.
La formación emocional quedaría por entero en manos de la familia
considerándose que las dificultades emocionales de las personas eran un
problema privado que había que resolver individualmente.
Afortunadamente
la situación está cambiando. Hoy la formación emocional ha traspasado el ámbito
privado y ya se ocupan de ella las escuelas, las universidades y las empresas.
Y esto es así dado que la falta de aptitud emocional genera problemas y
dificultades de todo tipo en el orden individual, familiar, social, escolar y
laboral.
Los humanos somos seres eminentemente emocionales
La frase que aparece en el logotipo de arriba, pone de manifiesto que de todos los seres vivos, los humanos somos los más emocionales. Todo lo que nos sucede de una cierta importancia nos genera emoción.
Es difícil dar una definición de emoción. Las emociones no se pueden tocar, ver, oler ni oír, es decir, no pueden ser detectadas ni analizadas por los receptores sensoriales del cerebro humano. Por eso, desde el punto de vista científico no se pueden estudiar directamente. Lo que sí se puede estudiar, analizar y entender es la conducta emocional, suponiendo que hay una correlación entre cierto tipo de conductas y la presencia de una emoción.
La etimología de la palabra emoción tiene que ver con
movimiento. Las emociones son las que nos mueven, nos llevan a entrar en
acción. Esto se observa fácilmente en los animales y en los niños. No tanto en
los adultos porque hemos aprendido a separar la emoción de la acción.
Nos dice Lazarus, Richard S. en su libro 'Pasión y Razón' que sobre la
comprensión de nuestras emociones que
“las emociones son productos de un significado personal, que depende de todo
aquello que para nosotros es importante y de las cosas que creemos sobre
nosotros mismos y el mundo en general.”
Una emoción es lo que sentimos cuando consciente o inconscientemente evaluamos una situación o suceso que resulta relevante para nosotros. Lo que sentimos en la emoción se experimenta como tipo característico de estado mental y a veces acompañado o seguido de cambios corporales, expresiones y acciones. Así, pues, las emociones son el estado en el que se pone el organismo como consecuencia de nuestros pensamientos (conscientes o inconscientes) y que cambia nuestra perspectiva. Es decir, son un sistema de avaluación que nos informa de nuestra realidad dándole una carga afectiva. Su función es premiar las conductas adaptativas, aquello que hacemos bien y nos favorece (lo que nos conviene) mientras que nos hacen llegar un feedback negativo cuando nuestra actuación es inadecuada. Nuestros antepasados fueron aprendiendo las conductas, acciones y situaciones funcionales y no funcionales y, asociando cada una de ellas, a una emoción que nos permitiera diferenciarlas.
Si alguién
quiere ser feliz, si alguien quiere coger las riendas de su propia vida, sin
duda tiene que conocer y gestionar su mundo emocional. Cuando entiendes tus
emociones respondes mejor ante los otros en cualquier situación y en cualquier
tipo de relación (social, familiar o laboral); estás en mejores condiciones de
aceptar ciertas emociones en ti mismo y en los demás, y, lo que es más
importante, las puedes gestionar para que no interfieran, negativamente, en tus relaciones con
las personas que te importan.
Todo ello te
llevará a ser más hábil en el control de tu vida. ¡Hasta podrás mejorar tu
salud! Hay una conexión estrecha entre el cerebro, el sistema inmunitario y las
emociones.
¿Que esto no
es suficiente para animarte a meterte en el mundo de las emociones? Sin duda
podríamos seguir argumentando otras muy buenas razones para convencerte, pero,
la limitación del tiempo y espacio nos lo impide.
Las preguntas
¿No estás
interesado en comprender ciertas emociones que te preocupan, tanto propias como
las de alguna persona de tu interés?
¿Tal vez te
gustaría entender por qué pierdes o alguien pierde los estribos con facilidad?
¿Por qué
sientes celos o envidia de alguien?
¿Por qué te
sientes ansioso muchos días sin comprender el por qué?
Práctica
Las prácticas y ejercicios que te proponemos tienen como objetivo, aprender a observar sin implicarse, describir lo que hemos sentido, y ser conscientes de lo que expresamos:
- Empezar a conocer tu mundo emocional
- Intervenir activamente en su armonía y equilibrio.
Al final del día, repasa lo que has vivido en la jornada. Revive intensamente, las escenas con más “carga emocional”.
1. ¿Qué ocurrió?:
Describe objetivamente y con pocas palabras lo que ha pasado. Observa lo sucedido “desde fuera” como si fuese una película que estás viendo.
2. ¿Qué has sentido?:
Anota las emociones que has sentido en ese momento
3. ¿Qué has hecho?:
Describe la forma en que has expresado o reprimido esa emoción
Bueno, lo dejamos aquí:
Francamente, creemos que basta un poco de curiosidad para “engancharnos” al tema.
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Imagino que todos los alaridos inconexos que emitían
los primates, al cruzarse entre sí, acabaron por unificarse en un grito unívoco
con un significado común aceptado por la tribu. Se trata de interpretar el alarido de Tarzán. A su manera, ese
grito primordial del primate alfa produjo un sonoro chasquido con un efecto
físico similar al de las ondas gravitacionales que han llegado
hasta nosotros desde el fondo de los tiempos al chocar dos agujeros negros. El
alarido de Tarzán se ha desarrollado y se ha expandido a través de las palabras
habladas y escritas en toda la historia de la literatura y de la música.
Aquellos primeros gruñidos de los primates se fueron articulando
paulatinamente a través del tam-tam de la danza, luego la danza
se hizo cántico y el cántico se convirtió en verso y el verso acabó siendo esa
prosa que uno escucha en los medios o lee en los libros. Un buen lector, un
buen radioyente, tiene un oído especial que le lleva a remontar con la imaginación
a través del sonido y el ritmo de las palabras hasta la garganta de los
homínidos. Me pregunto en qué momento aquellos sonidos guturales comenzaron a
convertirse en órdenes, en plegarias, en consejos, en enseñanzas, en cuentos,
en fábulas. Me pregunto cómo llegaron a disolverse los poemas de Safo y de
Píndaro en aquellos alaridos primigenios. Busco cualquier oda de Horacio y leo
en voz alta. Mientras trato de dar sentido a sus versos que me llevan a gozar
de los placeres de la vida percibo la cadencia de la métrica latina que divide
las vocales de cada sílaba en largas o breves hasta cuadrar el hexámetro.
Mientras escucho una descarga de rock pienso que esa música es deudora salvaje
de una selva lejana. Pero en medio del fragor de este perro mundo lleno de
ruido y de furia, al contemplar a los grandes líderes mundiales, los
amos de la guerra, que todavía se rascan las axilas al hablar
imagino que emiten sus órdenes como el alarido de Tarzán, cuando solo era un
grito del primate con una garrota en la mano.
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